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El concepto de muerte, científicamente se define como el término de la vida, es decir, la incapacidad del organismo de sostener la homeostasis.Se trata del final del organismo vivo que se había creado a partir de un nacimiento.

Según la biología la muerte puede ocurrirle a un todo o a parte de un todo.
Más allá de la biología, existe una concepción social y religiosa sobre la muerte. Se suele considerar a la muerte como la separación del cuerpo y el alma. Por lo tanto, la muerte implicaría el final de la vida física pero no de la existencia. La creencia en la rencarnación también es bastante común.
 Entender esto, significa entender que la vida misma no es más que un periodo pequeño de nuestra existencia.
El concepto de muerte, de todas maneras, ha variado a lo largo de la historia. En la antigüedad se consideraba que la muerte, como evento, tenía lugar cuando el corazón dejaba de latir y el ser vivo ya no respiraba. Con el avance de la ciencia, la muerte pasó a entenderse como un proceso que, a partir de un cierto momento, se vuelve irreversible.
En términos muy prácticos, la muerte es necesaria. Si las personas vivieran para siempre, tarde o temprano empezarían a anhelar la muerte. Sin la muerte, enfrentaríamos gran cantidad de nuevos problemas, desde la superpoblación hasta el hecho de que las personas tuvieran que vivir para siempre en cuerpos avejentados. La muerte hace espacio para la renovación y la regeneración. 
La muerte debe, por consiguiente, agradecerse tanto como se agradece la vida, como una bendición. 

¿Qué es, entonces, la muerte? ¿Es sólo extinción, un retroceso hacia la nada? ¿O es la puerta hacia una nueva vida, una transformación en lugar de un fin? ¿Acaso es que la vida no es más que una fase fugaz de actividad precedida y seguida por la quietud y la no-existencia? ¿O será que tiene una continuidad más profunda, que persiste más allá de la muerte en alguna forma u otra?
Las religiones orientales y de la Nueva Era, que apoyan una visión panteísta del mundo, enseñan que cada uno atraviesa un ciclo infinito de reencarnaciones hasta que se rompe el ciclo y la persona se hace uno con lo divino. La forma que tome una persona en la vida siguiente dependerá de la calidad de la vida anterior. Al unirse con lo divino, deja de existir como individuo, pero se vuelve parte de la fuerza de vida divina, como una gota de agua que vuelve al océano.
Los que sostienen religiones animistas o tribales creen que después de la muerte el alma humana permanece en la tierra o viaja para reunirse con los espíritus de los ancestros que yacen en el submundo, también llamado el reino de las sombras. Durante toda la eternidad vagan a oscuras, sin experimentar gozo o desolación. Se puede llamar a los espíritus de algunos muertos para ayudar o atormentar a los que están en la tierra.
El Islam enseña que al final de los tiempos Dios juzgara las obras de todos los hombres. Aquellos cuyas buenas obras son más que sus malas obras entrarán en el reino de los cielos. El resto quedará sentenciado al infierno. El Corán enseña que en el cielo los hombres tomarán vino y recibirán las atenciones de doncellas celestiales, y que podrán tomar a varias de estas doncellas por esposas.



El budismo ve la muerte como un período de descanso, como un sueño a partir del cual la vida recobra energía y se prepara para nuevos ciclos de existencia. No hay ninguna razón para temerle a la muerte, para odiarla o para buscar desterrarla de nuestras mentes.
El budismo ve que todo en el universo, todo lo que ocurre en él, es parte de un inmenso tejido viviente de interconexiones. La energía vibrante que nosotros llamamos vida y que fluye a lo largo y ancho del universo no tiene principio ni final. La vida es un proceso continuo y dinámico de cambio.
¿Porqué vivir si sabemos que vamos a morir?
Porque en la vida encontramos el significado de la existencia y en la muerte encontramos el significado de la vida, el convencimiento de nuestra muerte nos impulsa a trabajar, a hacer, a producir, sin posponer inútilmente nuestro destino. La presencia de la muerte nos pone frente a nuestra responsabilidad, que es la de hacer de la vida el sentido mismo de la existencia.


Según el punto de vista budista, la idea de que nuestras vidas acaban con la muerte, es interpretada como una captación muy equivocada de la realidad.  ¿Por qué, entonces, ha de ser la vida humana la única excepción? ¿Por qué ha de ser nuestra existencia algo arbitrario, aislado y desconectado del ritmo universal de la vida? 
La certeza de la supervivencia del espíritu luego de la muerte del cuerpo físico, constituye una realidad trascendente al aportar conocimientos sobre la inmortalidad del alma y lleva serenidad y confianza en los procesos de la evolución. 
El conocimiento espírita comparte con otros saberes y doctrinas la seguridad de que el espíritu es inmortal y que guarda en sí todos los sentimientos cultivados en la vida material, porque estos no conocen de fronteras y límites terrenos. 
En términos metafísicos, el significado de la muerte dependerá de las creencias de cada persona, pues no existe una respuesta definitiva sobre lo que ocurre luego de que nuestro cuerpo muere; el tema de la sobrevivencia de la conciencia es sumamente apasionante, pero lamentablemente no contamos en la actualidad con los medios necesarios para estudiar de manera científica el fenómeno. Solo existen relatos anecdóticos de experiencias fuera del cuerpo y otros fenómenos considerados en el ámbito de lo paranormal.

Las experiencias aportadas por quienes han estado en ese umbral, es decir testimonios que ilustran lo que se denomina "cuasi muerte", afirman que no se siente dolor alguno en ese momento. Lo que sí duele (en accidentes, paros cardíacos, enfermedades, etc.), son las sensaciones nerviosas que la materia consciente aún o semiconsciente, envía al cerebro y este registra como materia. Son estas impresiones nerviosas las que producen dolor, no el desprendimiento del espíritu del cuerpo. 
Y esto se ha comprobado infinidad de veces en las ya citadas experiencias de cuasi muerte, donde las personas relatan que se ven flotando sobre su cuerpo herido o en una camilla, escuchando todo lo que sucede a su alrededor, pero sin sentir dolor. El dolor por sus lesiones lo experimentará luego, de regreso a la materia, cuando se encuentren asistidos y atendidos por sus dolencias.


A pesar de todo esto, el dolor ante la muerte de un ser querido es inevitable, porque implica una separación transitoria y el dejar de experimentar la sensación física de su presencia y ello, naturalmente, deja un hueco que lleva un tiempo poder recomponer. Conocer y saber más sobre este proceso común en la vida de todo ser humano puede ayudar a encarar el tema desde otra óptica, más amplia y evolucionista de la vida. 



''Para morir bien, uno tiene que haber vivido bien. Para quienes han vivido fieles a sus convicciones, para quienes han trabajado por llevar felicidad a los demás, la muerte puede venir como un placentero descanso, como un sueño bien ganado después de un día de agradable ejercicio.'' 


































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